Cuando las personas se van a comer, o no están en sus cuartos siempre queda una rendija en la ventana que es un pasadizo para los Humores Transparentes.
Los Humores Transparentes son seres vivos unicelulares que la ciencia no ha podido clasificar en sus rigurosas tablas taxonómcas con aquellos nombres en latín que utilizamos para bromear o creernos sacerdotes. Es muy poco lo que se sabe de ellos, hay quienes creen que fueron descubiertos por doctores de una aldea perdida en los Cárpatos húngaros, durante inicios del siglo XIX. Pero eso no importa por ahora.
Yo vi uno por el rabillo del ojo. Era como una peluca hecha de mopa transparente que tenía pies de mercurio líquido. Se arrastraba lentamente por la orilla de mi cama. Tenía un solo diente y un solo ojo cerrado, como si así fuese más sigiloso en su invasión.
No lo quise mirar más, no porque sea un cobarde, sino por las historias que cuentan de ellos. Dicen que si a tu cuarto entra un Humor Transparente con peluca y con su ojo cerrado te ayuda cuando te concentras estudiando, haciendo que toda esa información quede inamovible en el cerebro. Lo hace cuando te vas a dormir y deja un líquido viscoso e invisible (que es la huella de su paso) en la almohada. Ese líquido ingresa al cerebro del estudiante mediante una asombrosa y mágica osmosis, formando una telaraña que atrapa lo que estudiaste durante la tarde, reteniendo la información necesaria para tener una buena nota en la escuela.
A mi no me ayudó esa noche, porque lo miré y a los Humores Transparentes no les gusta que se les reconozca sus bondades. Por eso, si uno lo mira, aunque sea a escondidas, huyen lentamente o se evaporan dirigiéndose a la primera rendija que encuentran.
El que yo vi se evaporó, y traté de seguirlo. Miré por la ventana y empecé a desear que él fuese a tu casa a visitarte para que asi me creas y ojalá te inspire a que me escribas un cuento de tan alucinante experiencia.
Dedicado a mi sobrina que le gusta mucho estudiar.
Los Humores Transparentes son seres vivos unicelulares que la ciencia no ha podido clasificar en sus rigurosas tablas taxonómcas con aquellos nombres en latín que utilizamos para bromear o creernos sacerdotes. Es muy poco lo que se sabe de ellos, hay quienes creen que fueron descubiertos por doctores de una aldea perdida en los Cárpatos húngaros, durante inicios del siglo XIX. Pero eso no importa por ahora.
Yo vi uno por el rabillo del ojo. Era como una peluca hecha de mopa transparente que tenía pies de mercurio líquido. Se arrastraba lentamente por la orilla de mi cama. Tenía un solo diente y un solo ojo cerrado, como si así fuese más sigiloso en su invasión.
No lo quise mirar más, no porque sea un cobarde, sino por las historias que cuentan de ellos. Dicen que si a tu cuarto entra un Humor Transparente con peluca y con su ojo cerrado te ayuda cuando te concentras estudiando, haciendo que toda esa información quede inamovible en el cerebro. Lo hace cuando te vas a dormir y deja un líquido viscoso e invisible (que es la huella de su paso) en la almohada. Ese líquido ingresa al cerebro del estudiante mediante una asombrosa y mágica osmosis, formando una telaraña que atrapa lo que estudiaste durante la tarde, reteniendo la información necesaria para tener una buena nota en la escuela.
A mi no me ayudó esa noche, porque lo miré y a los Humores Transparentes no les gusta que se les reconozca sus bondades. Por eso, si uno lo mira, aunque sea a escondidas, huyen lentamente o se evaporan dirigiéndose a la primera rendija que encuentran.
El que yo vi se evaporó, y traté de seguirlo. Miré por la ventana y empecé a desear que él fuese a tu casa a visitarte para que asi me creas y ojalá te inspire a que me escribas un cuento de tan alucinante experiencia.
Dedicado a mi sobrina que le gusta mucho estudiar.
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